Plantas adivinatorias

Chamanes y curanderos: una Antropología de los mediadores entre los hombres y los espíritus.
El chamanismo, fenómeno ampliamente estudiado desde la Antropología, es una de esas instituciones sociales en la cual se condensan todos los saberes antiguos legados a través de la tradición y basándose en el principio de interrelación entre la naturaleza material y la vida espiritual; por estas razones, resiste los cuestionamientos de los individuos que lo practican, permaneciendo inmutable através del
tiempo.
A pesar de que este sistema de creencias similar al animismo está presente en todo el
mundo y desde la prehistoria de la humanidad, según los estudios de Antropología el chamanismo en América es el que se presenta en formas más diversas. Sin embargo, una especificidad lo caracteriza: las prácticas chamánicas en todo este continente conservan un saber mucho más extenso y un uso mucho más diversificado de las plantas con fines visionarios que en otras partes del mundo.
La palabra chamán proviene de una lengua de las estepas meridionales de Asia central y Siberia. En
América, actualmente, a éstos se lo llaman con el nombre de curanderos porque específicamente su función es curar, o sea, atender los males del cuerpo y las enfermedades del alma, batallando con los demonios e intermediando con los espíritus. Los chamanes creen lograrlo atravesando la línea que nos separa del mundo espiritual. Generalmente el chamán goza de una categoría social privilegiada dentro de la comunidad debido a que representa una imagen de poder para el resto del grupo. Los chamanes pueden tanto curar como provocar la enfermedad, según sus propios intereses. El oficio de médicos es ejercido por estos individuos a través de dos tipos de prácticas distintas: la adivinación y la diagnosis.
Antropología del
arte visionario del curanderismo.
Para los estudios etnológicos, rama disciplinar de la Antropología en la que se comparan diversas culturas, la principal diferencia entre la adivinación y la diagnosis es el tipo de información que el curandero revelará. La adivinación intenta solucionar problemas del
mundo espiritual revelando circunstancias ocultas o futuras; así, en el altiplano boliviano y en los Andes peruanos, se utiliza la hoja de coca para adivinar la suerte. Para la cosmovisión andina la planta de la coca es de origen divino. Su simbolismo recuerda que la posición erguida del hombre, aunque es biológicamente cercano a los animales, lo asemeja a los arbustos que tienen su talla. La coca es entonces ese interlocutor, igual y diferente, que le recuerda en su sabor y en su aspecto, que también comparte el doble destino de ser humano y divino al mismo tiempo.
Por otro lado, el diagnóstico de enfermedades es otra capacidad visionaria que presentan los chamanes, revelando el origen del padecimiento que ataca a la persona enferma. De esta manera, el curandero puede encontrarle un remedio. Por ejemplo, la machi (las curanderas entre los mapuches, pueblo originario de la Patagonia) cura las enfermedades del
cuerpo con las plantas que su bosque le provee. Sin embargo, esta medicina tradicional se vuelve un enigma para el pensamiento occidental cuando constatamos que la machi no tiene una receta para confeccionar la cura que provee, sino que, en cada diagnóstico, ella usa una combinación distinta de ‘yuyos’. Aunque también la actividad onírica (el sueño profundo), el ayuno, la autoflagelación, etc. son otros importantes medios para practicar este tipo de arte, la adivinación y el diagnóstico a través de la vía de las plantas pueden ser ejecutadas mediante los usos de lo más diversificados.
Diferentes formas como las plantas sirven de medios para comunicarse con otras realidades.
Cada
planta es utilizada de diferente manera por cada curandero. Además, la Antropología ha documentado la existencia de rituales donde éstos se comunican con el mundo de los antepasados a través de la ingestión de las plantas, usándolas como medio para acceder a planos alterados de la conciencia. En estos trances los chamanes sufren visiones sobre el futuro, lo oculto, lo no revelado, advirtiendo sobre los cambios climáticos, la suerte en la caza, las plagas, las enfermedades, etc. Sin embargo, también los curanderos a veces hacen rituales secretos en donde administran a sus pacientes sus preparados alucinatorios, induciéndolos a una meditación muy profunda para que sean éstos mismos los que se comuniquen con los espíritus y les revelen el origen de sus problemas. Este es el caso del uso que se le da a otra planta sagrada andina, el cactus del San Pedro, el cual es tomado como vía para alcanzar la meditación en terapias de auto-conocimiento. Casos similares los encontramos en los usos dados a la ayahuasca consumida en la selva amazónica, o los rituales colectivos de ingesta de peyotl entre los pueblos del desierto mexicanos y del sur de los Estados Unidos.
En estos últimos casos pareciera que la figura del curandero ya no fuera crucial para la revelación de aquello que sabemos oculto. El consumo de estas plantas por personas no preparadas y fuera del contexto ritual apropiado conduce a una conclusión incierta sobre este tipo experiencia. Contrariamente a lo que pensaría alguien que hace un mal uso de esta sabiduría, la experimentación guiada por el curandero es la única manera de que este tipo de cesiones dejen una secuela positiva en el paciente. Si bien cada uno puede apropiarse de esta sabiduría sobre las plantas con usos muy particulares, los curanderos argumentan que su consumo solo es seguro mediante el uso que tradicionalmente estas comunidades le han dado a través del
tiempo, es decir, dentro de sus contextos religiosos específicos.
La Iglesia Nativa Americana, con sede en el sur de Estados Unidos y
México, rescata la tradición que los pueblos originarios de esta región han hecho en torno al cactus sagrado del peyote. La imagen nos muestra una representación plástica del imaginario simbólico aparecido en este tipo de rituales. Su objetivo es lograr que el paciente que se somete a los efectos del peyote revele sus pensamientos más profundos haciéndolos concientes.
¿Cómo consultar a la Madre Coca?
La manera más simple de consultar a la Madre Coca es elegir en primer lugar las hojas que están completas, descartando aquellas que están rotas o resecas (prontas a fraccionarse). Luego, se usa una superficie preparada (cubierta con un poncho doblado o "mesa") o bien en una vasija con
agua, donde se dejan caer las hojas. La primera señal nos llega en la forma en que caen las hojas, si lo hacen con la cara brillante hacia arriba o hacia abajo. También se considera la disposición total de las hojas sobre la superficie elegida. Pero ninguna de estas técnicas descarta el gusto que toma la hoja al ser "chacchada" (masticada y retenida en la boca). La Madre Coca suele ser sensible a las tribulaciones de su pueblo y la dulzura o amargor que nos invaden son los indicadores por excelencia del humor de los dioses.

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